Cuando cambias tu residencia y estás recién llegada a ese entorno, que debes ir descubriendo día a día, para suplir tus necesidades: comercios, centros médicos, transporte público, ubicación de tiendas y mercadillos, y hasta quién será tu nueva estilista… etc, también cobra una especial importancia tu nuevo círculo de amistades. Conocer gente, integrarte y que te acojan es algo fundamental para sentirte bien en ese nuevo lugar.
Había oído hablar de los pueblos d´Horta Nord y de sus acogedoras gentes, pero tengo que decir en primera persona, que así fue. Me sentí con una sensación de comodidad desde un principio y en distintos ambientes. Su carácter abierto y cercano me lo ponía muy fácil, dada esa “oculta” timidez” que a veces me limita a ser más extrovertida y hasta me gustaba el chascarrillo de “forastera” en un pueblo donde todos se conocen.
Me encantaba conocer la historia de sus pueblos y preguntaba por monumentos emblemáticos, edificios históricos o lugares con encanto, que es mi gran pasión. Comenzaron esas muchas tertulias en las que, rodeada de gente amiga y sus conocidos, se abría hueco el sabor de tradición y de sus fiestas populares (las paellas, las ollas, “els bous al carrer”, las fallas, bailes típicos, pasacalles…), en definitiva las costumbres y actos culturales de cada localidad y ese arraigo que los unía.
Un día cualquiera un lugareño mencionó un milagro, para algunos fábula, pero de la que todos habían oído hablar pasando de padres a hijos y perdurando durante siglos de generación en generación. Me cautivó escucharlo porque me transportó a la credulidad de otra época, me documenté y efectivamente, existen numerosos documentos que lo testimonian y que hoy quiero compartir con vosotros:
El Miracle dels Peixets
En el año 1348 sucedió que un sacerdote de Alboraia quiso visitar a algunos enfermos para distribuirles la comunión o, también cuenta la leyenda, que su viaje fue debido a la llamada en Almàssera de un morisco converso, llamado Hassam-Ardà, que estaba gravemente herido y que solicitó recibir el Santo Viático. En el camino, mientras intentaba atravesar, con su mulo o caballo, el barranco del Carraixet, que venía crecido de una fuerte lluvia, resbaló en el agua y la arqueta que contenía las Hostias escapó de sus manos. El pobre sacerdote, escapando de morir ahogado, no tuvo más remedio que renunciar a la búsqueda de las Hostias dispersas en la corriente.
De pronto, algunos labradores le alertaron y lo condujeron a la orilla de la desembocadura del río porque, sorprendidos, habían visto que algunos peces tenían en la boca como unos discos blancos que parecían Hostias. El sacerdote marchó con ellos, tomando consigo el cáliz, para corroborar lo que aquellos campesinos le habían contado y cuando llegó, contempló que tres peces emergían de la superficie del agua, manteniendo las Hostias intactas en su boca como pequeños trofeos.
Fue entonces cuando el sacerdote se arrodilló y, acercando el cáliz, se puso a rezar con devoción. Segundos después, vio cómo los peces depositaban las Hostias en el cáliz, uno después del otro, saltando de nuevo al agua y perdiéndose en la corriente que les arrastraba hacia el mar. El sacerdote, viéndose rodeado de hombres y mujeres testigos de las Hostias recuperadas y de aquel hecho indescriptible, les reunió en solemne procesión en compañía de todo el pueblo, hacia la Iglesia.
Esto es lo que dicen que sucedió y no lo creeréis pero, hoy por hoy, los nativos de cada localidad vecina se reafirman en el hecho discrepando con un único detalle: con el número exacto de peces “prodigiosos” (dos o tres) que intervinieron en el milagro, ya que la polémica surge sobre si el cura iba a Almàssera o volvía de allí. La propia tradición deja patente tal desacuerdo con la existencia de tres peces en el escudo municipal de Alboraia, y de dos peces, en el escudo de Almàssera. Tenga quien tenga razón, lo que sí quedó equitativo fue que el cáliz donde recogieron las formas sagradas se conserva en Alboraia, mientras que la arqueta donde el cura las transportaba está custodiada en Almàssera. Tal vez lo escuches al revés, según quien lo cuente, pero lo cierto es que todos coinciden en custodiar con orgullo la esencia del relato.
Ante aquel hecho, el pueblo de Alboraia promovió procesiones y la construcción, en el lugar donde aparecieron los peces, de una ermita sobre la que se construyó, en 1907, la actual Ermita Marinera de estilo neogótico, a orillas del mar. Destaca una fuente que hay junto a esta ermita, la Fuente dels Peixets, construida en 1959.
El milagro se conmemora con una concurrida romería el lunes de Pentecostés a la ermita erigida en recuerdo de tal suceso, fiesta que se conoce como “Festa del Miracle dels Peixets”, donde hay comida comunitaria, distintos actos festivos y religiosos y apertura durante toda la jornada de la ermita, siendo un momento perfecto para visitar su interior.
Por su parte, Almàssera construyó su parroquia, dedicada al Santísimo Sacramento, dos años después de lo ocurrido, así como una capilla, llamada ‘La Capella del Miracle dels Peixets’, en el lugar en el que cayeron las formas sagradas a causa del desafortunado trayecto del sacerdote.
A lo largo de siglos, la gente devota de ambas localidades, celebran el Corpus Christi semanas después de la solemnidad litúrgica y fuera de la octava semana, el primer domingo de julio en el caso de Alboraia, y el cuarto domingo de agosto, en Almàssera, por dispensa papal tras el ´Miracle dels Peixets`.
Si verdaderamente ocurrió, o no, sólo está en la fe que quieras tener.
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