Situado en el margen izquierdo del río Turia, en la confluencia de la calle Trinidad con la calle Alboraya de la ciudad de Valencia. Es sin duda el más antiguo conjunto monástico de la ciudad de la que conserva su uso inicial.
Fue fundado en 1.256 como monasterio de monjes Trinitarios y su adjunto Hospital de Guillem Escrivá. De ahí el nombre del Puente de la Trinidad, que cruza el río frente a él y que construido entre 1.401 y 1.407 es el puente más antiguo de la ciudad. En 1445 fue reconstruido y ocupado por las Religiosas Clarisas (monjas de estricta clausura que son la rama femenina de los franciscanos) por expreso deseo de la Reina María, esposa de Alfonso V “El Magnánimo”, y regente del reino durante la larga ausencia de su marido. La reina, que vivía en el cercano Palacio del Real quería tener un lugar de retiro junto a la ciudad. Al morir fue sepultada en este monasterio y se encuentra en un bello sarcófago de piedra, lo que lo convierte en el único Panteón Real enclavado en tierras valencianas. También se encuentra aquí enterrada la Infanta María de Aragón, hija natural de Fernando el Católico.
Entre los años 1.463 y 1.490 Sor Isabel de Villena fue su abadesa y Jaume Roig fue el médico de esta congregación. Durante la 2ª mitad del siglo XV y los comienzos del XVI, el monasterio vivió una etapa de gran brillantez, convirtiéndose en un foco cultural y espiritual y en un referente social muy importante para la ciudad de Valencia.
El claustro y el refectorio son de estilo gótico y la iglesia de decoración barroca. Hay inscripciones en las claves de la bóvedas del refectorio y un arco gótico de doble vuelta que gira sobre si mismo. El compás, o segundo claustro, es una plaza porticada desde donde se accede a la iglesia. La fachada es un claro ejemplo del gótico flamígero. En 1983 fue declarado Conjunto Histórico Artístico Nacional. En su interior se encuentran obras de incalculable valor como por ejemplo los manuscritos autógrafos de la obra L’Espill, escrita por Jaume Roig y el de la obra La Vita Christi, escrita por Sor Isabel de Villena. También alberga valiosas pinturas barrocas y numerosas reliquias, entre ellas un fragmento de la cruz de Cristo y una espina de su corona. En el año 2014 las pocas monjas que aún lo habitaban tuvieron que abandonarlo ante la falta de vocaciones.